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México sí sabe pelear en la guerra de aranceles

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha dado la espalda a aliados desde hace mucho tiempo, etiquetándolos como una amenaza a la seguridad nacional con el fin de imponer aranceles del 25 por ciento sobre el acero y el 10 por ciento sobre el aluminio.
Para México, esto afectará en 3 mil millones de dólares en exportaciones. Aunque no es insignificante, es solo una porción de los 300 mil millones de dólares más que la nación envía al norte cada año (para Canadá, el acero y el aluminio comprenden 11 mil 500 millones de dólares de más de 300 mil millones de dólares en comercio con destino a Estados Unidos).

Sin embargo, el tamaño de los aranceles contradice su verdadera importancia.

Oficialmente entierran la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que ya está muriendo. Amenazan a las industrias integradas que envían entradas y salidas básicas a través de la frontera, perjudicando a fabricantes, trabajadores y consumidores por igual.

En términos más generales, a pesar de las repetidas afirmaciones del presidente estadounidense, demuestran que las guerras comerciales no son fáciles de ganar.

Tomemos como ejemplo a México que respondió a las tarifas con su propia contrasalva.

Si bien muchos observadores anticiparon una pelea con la Unión Europea, pocos lo esperaban de México. La nación depende completamente de Estados Unidos.

Como uno de los países más abiertos comercialmente del mundo, México ha convertido el comercio en su principal motor económico.

De las exportaciones de México, que son de 400 mil millones de dólares anuales, ocho de cada diez centavos van al norte.

Entre el creciente número de frentes comerciales combativos de Trump, México podría destacarse como el más propenso a retirarse, pero está preparado para esta pelea. Como el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, declaró después de que se anunciaran las tarifas, “siempre dijimos que íbamos a estar listos para reaccionar”.

Inmediatamente anunció medidas punitivas a productos como ciertos tipos de acero, las lámparas, el queso, el cerdo, las manzanas, las uvas y los arándanos.

Esta elección no fue fortuita. Fue diseñada para obtener justicia económica y poder político, dirigiéndose a distritos clave y partidarios de Trump.

México ha recorrido este camino antes, durante una batalla de una década por el transporte transfronterizo de camiones.

El TLCAN prometió, junto con bienes y servicios, abrir los mercados de transporte: después de un período de incorporación gradual, se suponía que los camioneros mexicanos y estadounidenses podían llevar sus cargas directamente desde las fábricas a sus clientes finales del otro lado de la frontera.

Sin embargo, el Gobierno de Estados Unidos continuó bloqueando las plataformas de México por temores de seguridad y más que un poco de presión por parte de los ‘Teamsters’.

Después de años, luego de la creación y cancelación de los programas piloto, en 2009, México finalmente invocó aranceles de represalia por una suma de 2 mil 400 millones de dólares al año.

Cerca de 100 productos, que van desde árboles de Navidad de Oregón, y papas de Idaho, fueron golpeados con gravámenes del 5 al 25 por ciento.

 

 

Por: SHANNON O’NEIL

Fuente: Hoy Digital

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