El resultado previsible para 2017 no es una sorpresa, sencillamente porque no hemos hecho mucho para que las cosas sean de otra manera. La única innovación relevante en los últimos años ha sido Pro Dominicana, un esfuerzo por ampliar y mejorar significativamente los servicios de promoción de exportaciones y atracción de inversiones del CEI RD, pero que apenas empieza a funcionar y está todavía en etapas iniciales. Y aunque esta iniciativa promete explotar un potencial exportador que ha estado escondido, a largo plazo el buen desempeño depende de lograr una transformación productiva que incremente la productividad, y que se fundamente en la inversión, el aprendizaje y la innovación. Esto requiere nuevas políticas activas para el desarrollo productivo que aborden las restricciones específicas que enfrentan las actividades para aprender y crecer, y de un entorno institucional saneado.
Remesas, turismo e inversión extranjera
Por fortuna, las remesas han amortiguado parcialmente el efecto del limitado crecimiento de las exportaciones de bienes.
Terminarán creciendo en poco más de 13% en 2017 comparado con 2016, gracias a la recuperación económica en Estados Unidos.
Sin embargo, no parece que el turismo podrá hacer lo propio este año debido a la caída de los arribos en septiembre por efecto de los huracanes. De todas formas, los arribos crecerán en 4.5% y los ingresos lo harán en un par de puntos porcentuales más que eso.
Por último, es evidente que la inversión extranjera directa ha perdido dinamismo en años recientes. Al ritmo que lleva en 2017, terminará en el mismo nivel que en 2016, por lo que no será un aliciente.
Un contexto internacional complejo
Para ser justos, el contexto internacional es complejo y explica en parte el problemático desempeño exportador.
Ciertamente, la economía estadounidense ha visto acelerar su crecimiento y se espera que cierre en la vecindad de 2.5% (comparado con 1.5% en 2016). Esto ha contribuido a sostener la demanda por exportaciones dominicanas. También el comercio internacional muestra una incipiente recuperación.
No obstante, hay varios factores que continúan influyendo de forma negativa en la economía y el comercio mundial. Primero, el crecimiento de la demanda global continúa siendo débil y la actividad económica y la inversión en los países de mayor ingreso sigue siendo poco dinámica. Estas economías son importantes motores del crecimiento mundial, e influyen decididamente en el dinamismo del comercio internacional.
Segundo, la amenaza proteccionista está ahuyentando inversiones, especialmente las transfronterizas. Esto ha contribuido a reducir la expansión de las cadenas globales de valor. Las zonas francas y el turismo forman parte de ellas.
En ese orden, Estados Unidos amenaza con salir del NAFTA, y aunque hay quienes pueden ver posibles ganancias para Centroamérica y República Dominicana por el desvío de comercio e inversiones desde México que esto podría suponer, es muy probable que el temor que generaría respecto a la extensión de esta práctica hacia el resto de la región, tendría un efecto mayor.
Los inversionistas difícilmente se arriesgarían si perciben que puede haber cambios en las reglas y no tomarían decisiones hasta que el panorama no se aclare. A eso hay que sumar que los beneficios que podrían recibir las inversiones en Estados Unidos asociados al prometido recorte de impuestos seguramente contendrá el flujo de recursos hacia la región.
Tercero, China está reduciendo aceleradamente su demanda de importaciones a medida que reemplaza insumos extranjeros por nacionales y mueve su economía hacia los servicios.
Cuarto, la acelerada marcha del cambio tecnológico hacia la robotización de las manufacturas continuará haciendo perder empleos a nivel global, y continuará generando incertidumbre. En décadas recién pasadas, muchos procesos manufactureros se mudaron a países en desarrollo, especialmente a Asia, pero también a Centroamérica, México y el Caribe. Buscaban principalmente salarios más bajos. Sin embargo, la robotización está poniendo en peligro muchos de esos puestos, en particular aquellos que implican esfuerzos físicos repetitivos. Pronto, en un número importante de procesos, ni los bajos salarios serán suficientes para competir con el costo y la productividad de las máquinas.
El comercio de servicios
Por otra parte, el país y la región en su conjunto continúan rezagados en materia de exportaciones de servicios en el sentido de que siguen especializados en el comercio de servicios tradicionales, de menor valor agregado, poco intensivo en tecnologías y menos dinámicos en el comercio mundial. Este es el caso del turismo y el transporte.
En América Latina y el Caribe, el 50% de todas las exportaciones de servicios es turismo, y en República Dominicana es 81%. En contraste, los servicios modernos como los de telecomunicaciones, informática y servicios empresariales son más intensivos en tecnologías, y con más potencial de generar encadenamientos e impactar al entorno. El comercio de estos últimos está creciendo mucho más rápido que el de los servicios tradicionales. Hoy representan el 50% del comercio total de servicios en el mundo, y en América Latina el 28%. En contraste, el turismo es sólo 25%. Es que significa que estamos perdiendo oportunidades. Nueva vez, la guagua nos está dejando.
Salir de la trinchera
Lo anterior no pretende ser un ejercicio de autoindulgencia. Ya arriba se indicaron algunos de los graves déficits que hay en materia de políticas para impulsar la productividad, la competitividad y el comercio. Se trata más bien de advertir el complejo contexto en que la economía dominicana y de toda la región se está desenvolviendo, uno en el que los cambios no sólo son más rápidos sino que están amenazando los roles que ella ha venido jugando en la economía mundial y en las redes globales de valor en las que participa. Además, supone un elevado nivel de incertidumbre.
Antes que confiar en recibir ganancias espurias derivadas de las desgracias del otro, hay que apostar por cuatro cosas. Primero, a construir un país confiable, en el que las leyes y las reglas se respeten. Es a este tipo de países a los que llega (o se queda) la inversión comprometida y de largo plazo.
Segundo, a escalar estratégicamente, buscando nuevos espacios de inserción internacional. Eso significa nuevos productos y nuevas actividades, cada vez más complejas y más demandantes de destrezas humanas y tecnológicas. Enterrarnos en la trinchera, sólo a defender lo que tenemos, es apostar por perder porque no es sólo que no funciona para el desarrollo y bienestar, sino que al final los competidores, ya sea robots, o países con menores salarios o con recursos similares a los nuestros, nos tomarán por asalto.
Tercero, a construir de forma permanente las capacidades institucionales, humanas y físicas para escalar. Las claves son educación e instituciones eficaces para apoyar el aprendizaje tecnológico, especialmente en las empresas, y que estimulen la inversión productiva.
Cuarto, a mirar un poco más hacia adentro y hacia los vecinos. Hacia adentro para fortalecer las articulaciones productivas internas que nos dan fuerza “hacia afuera”, por ejemplo la agroindustria. Hacia los vecinos porque son espacios de mercado naturales y contribuyen a reducir riesgos en un contexto de incertidumbre. Hoy México busca desesperadamente reconectar con quienes olvidó por décadas.
Un contexto cambiante y amenazante exige nuevos pensamientos y nuevas estrategias.
Por: Pavel Isa Contreras
Fuente: Periódico Primicias