Trump redobla su proteccionismo ante preocupación por efectos sobre EE.UU.
WASHINGTON. (EFE).- El presidente estadounidense, Donald Trump, redobló ayer su defensa de la necesidad de imponer aranceles al acero y al aluminio procedentes de la Unión Europea (UE), Canadá y México, a la par que crece la preocupación ante los efectos económicos de las represalias anunciadas.
En el Congreso, influyentes legisladores republicanos como Kevin Brady, presidente del comité de la Cámara Baja encargado de temas comerciales, y el senador Orrin Hatch, presidente del comité financiero del Senado, no ocultaron su inquietud y desagrado con las medidas proteccionistas.
Hatch remarcó, en un comunicado, que “los aranceles a las importaciones suponen un alza de impuestos a los estadounidenses y tendrá dañinas consecuencias para los consumidores”.
Mientras que Brady afirmó que el Gobierno de Trump deberá acudir “al Capitolio para ofrecer respuestas sobre el daño indiscriminado que estos aranceles están causando” a las empresas estadounidenses.
Ajeno a estas críticas, Trump cargó hoy contra Canadá, uno de los principales afectados por los aranceles, ya que es el mayor exportador de acero a Estados Unidos.
“No veo quién sale beneficiado, puede que el sector siderúrgico de EE.UU. en un primer momento, pero carece de la capacidad para atender la demanda de acero de la propia economía estadounidense”. Jason Marczak, director para América Latina del centro de estudios Atlantic Council.
“Canadá ha tratado a nuestras empresas agrícolas y ganaderas de manera muy pobre por un largo periodo de tiempo. ¡Altamente restrictivos en Comercio! ¡Deben abrir sus mercados y eliminar sus barreras comerciales!”, afirmó ayer el mandatario en su cuenta de Twitter, sin ofrecer más detalles.
Trump ha insistido en su exigencia de un “comercio justo”.
Desde México, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, calificó la decisión de imponer aranceles como “totalmente incomprensible” e insistió en la defensa de los intereses mexicanos.
La UE evitó, por ahora, usar el término “guerra comercial”, aunque la comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, avisó ayer de que Estados Unidos está “jugando a un juego peligroso” con sus medidas.
Tanto Canadá como México, así como la Unión Europea, han anunciado aranceles a diversos productos estadounidenses como represalia a las medidas de Trump.
En el caso de sus socios norteamericanos, la imposición de los aranceles al acero y aluminio supone alejar aún más la posibilidad de un nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en negociación desde agosto pasado y para el que no se contempla una fecha de cierre.
Trump había eximido temporalmente a la UE, Canadá y México, por ser aliados estrechos, y dado un mes de plazo para negociar una solución.
Sin embargo, cumplido este periodo, Washington aseguró que los progresos no habían sido suficientes y decidió aplicarles los aranceles del 25 % al acero y 10 % al aluminio, en una medida sorpresiva por dirigirse contra socios tradicionales.
También desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) se advirtió de los riesgos de una escalada de las tensiones que desemboque en un enfrentamiento comercial abierto.
“Todo el mundo pierde en una prolongada guerra comercial, animamos a los países a trabajar de forma constructiva para reducir las barreras comerciales y solucionar las disputas comerciales sin recurrir a medidas excepcionales”, aseveró Gerry Rice, portavoz del Fondo.
Esta guerra comercial en ciernes será uno de los principales temas de la reunión del G7 de la próxima semana en Canadá, y donde Trump se verá con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau; la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, quienes han visto como Washington ha pasado de ser baluarte del libre comercio a uno de sus críticos más agresivos.
La consecuencia más inmediata de los aranceles, apuntan los expertos, será la subida de los precios de diversos productos, entre ellos los automóviles.
“No veo quién sale beneficiado, puede que el sector siderúrgico de EE.UU. en un primer momento, pero carece de la capacidad para atender la demanda de acero de la propia economía estadounidense”, explicó Jason Marczak, director para América Latina del centro de estudios Atlantic Council.